"Eran alrededor de las 11 de la noche cuando sus viejos zapatos dieron unos pasos hacia la húmeda calle, frente al viejo edificio en ruinas que ya hace tiempo había comprado. Arregló el cuello de su gabardina para cubrirse del frío viento que mecía las hojas de los árboles marchitos dispuestos en el frontis, y moviendo la cabeza de un lado a otro, decidió cruzar la calle para dirigirse hacia otro sector del barrio en donde residía. Su paso era constante y nervioso. El hambre le había estado calando cada fibra de su cuerpo..."
"Los observó estando a los pies de la cama. La sangre le había embarrado las manos y se llevó los dedos a la boca, uno a uno, lamiendo los restos humanos en ellos. Sus venas se hinchaban nuevamente y su cuerpo lentamente dejaba atrás el dolor por el hambre ahora saciado. A cada uno de ellos los había sentado con las espaldas apoyadas en el respaldo de la cama, dejando sus ojos abiertos para que lo observaran. Se limpió los restos de sus..."
"La puerta del pequeño cuarto donde habitaba se cerró con violencia al ingresar. El cólera no dejaba de esparcirse por su sangre envenenando cada recoveco de sus entrañas ante el dolor que sentía. Dolor sumado a un odio incontrolable. Angustia, impotencia. Tuvo que golpear la pared con su puño para desahogarse. El mero recuerdo de lo sucedido..."